Con frecuencia nos planteamos si ya está todo inventado. Sí. No. Hay opiniones diversas (aunque los noes se suelen verbalizar sotto voce). Bien. Tiene gran interés este cuestionamiento.
Yo digo que ya hay mucho inventado, sin embargo, todo -como siempre o nunca- me parece un compromiso excesivo para el lenguaje literal. Por economía de conocimientos, por cercanía, por flojera, solemos innovar a ratos y el resto de momentos tendemos a mejorar lo ya hecho, con nuevas estéticas o funciones. La mayor parte del tiempo desarrollamos sobre una base que funciona.
Iteraciones.
Con esta premisa surje, a cuatro manos, Heretic, o Hereje. Material inflamable que les ha hecho alguna pupita a sus dos creadores y directores. Principalmente porque la acción tiene una cadencia muy mejorable y ya la hemos visto antes, muchas veces y mejor (No respires, 2016), la conclusión argumental es flojísima y el hilo religioso, tan interesante, no se resuelve bien.
No obstante, pupita no son quemaduras mortales. Fuego fatuo.
Mr. Reed es un personaje resultón, interpretado con decencia, que inquieta cuando debe -aunque salga y entre demasiado de las habitaciones para elevar la tensión artificialmente- y, sobre todo, que se explica nítido: el símil de las religiones derivadas con el monopoly (y el capitalismo indirectamente) es excelente. Lástima que luego divague y concluya tan prosaico la trama basal.
Este parece un caso más de gran idea sobre el papel cuya puesta a punto derrapa pero retoma el pulso lo suficiente para llegar a destino. Sobre todo al pasar del horror psicológico al thriller que sucede en un único escenario. Maqueta o no. Devotas encerradas o pobres prisioneras (Mártires, 2008).
Reed dice control, eso es paja. Solo es un fanático que ha leído más de lo que puede procesar sin ventilar la casa. Hermana Paxton, huya.
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